Concurso de literatura y de ilustración infantil

Había una vez una Selva Mágica

Había una vez una Selva Mágica donde todos los animalitos eran grandes y muy buenos amigos.
El león Leblón era como el papá de todos los animalitos de la selva. Al león Leblón le encantaba cuidar a todos los animalitos y darles buenos consejos. Siempre decía:

-Es mejor portarse bien que portarse mal. El que se porta mal, ¡tarde o temprano cobra! CHAS, CHAS GRRRRR- decía después de dar sus fuertes gruñidos y se acomoda la corona de oro.

Ahí era casi todo alegría y puras risas risueñas. Casi todos eran felices…
A veces me encantaría volver a la Selva Mágica, pero ¡ya no me acuerdo dónde está! Lo que sí me acuerdo, patente, patente, es que todos los problemas empezaron con la cotorra Gadriana.

Un día, como todos los días, la cotorra Gadriana estaba sentada en la punta del árbol más alto. Desde allí, junto con la urraca Matraca vigilaba la Selva Mágica. Su trabajo era vigilar el horizonte, donde terminaba la selva y empezaba el Pueblo Crespo. Ese día, la adorada cotorra Gadriana con un:

-¡Ya estoy cansada! – dejó de vigilar el horizonte y bajó su mirada y señalando al león Leblón, que contaba cuentitos a los chiquitines de la selva, dijo:

-¡Yo tengo que ser reina! El león Leblón ya está viejo y se le cae la corona.

-Nadie quiere nuevo rey ni reina- dijo sorprendida la urraca Matraca - Nuestro trabajo es mirar el horizonte para que no entre el Maldito Payaso Kitig. Ya de sólo pensar en lo que pasó la última vez que entró en nuestra Selva Mágica, se me pone la piel de pollo desplumado. ¡Ay, que miedo!

-Yo no le tengo miedo al Maldito Payaso Kitig- dijo a los gritos de cotorra abriendo muy grande su negro pico curvado - Además esa corona de oro va muy bien con mi pico negro y mi plumaje dorado.

-¡Oh, oh! - dijo la urraca Matraca - Creo que te picó el Bichito de la Envidia.

La cotorra Gadriana miró sus alas que perdían su hermoso color dorado y se volvían verde de envidia.


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